La homeostasis, por definición, es el conjunto de funciones biológicas que permiten mantener estables las condiciones internas necesaria para la vida, compensando los cambios que se producen en exterior y/o interior. Es un equilibrio dinámico posible gracias a mecanismos de autorregulación.
En palabras más simples, la homeostasis es ese conjuntos de funciones corporales que nos permiten, por ejemplo, mantener nuestra temperatura entre los 35º y los 40 grados. Muy pocos grados por debajo y por encima de esas temperaturas, nuestra salud y nuestra propia vida se ven seriamente amenazadas.
Es ese conjunto de funciones corporales que nos permiten mantenernos hidratados, a pesar de estar recubiertos de una dermis llena de poros. El cierre o la apertura de esos poros, por ejemplo, es una de las reacciones homeostáticas que nos permiten mantener nuestro equilibrio interior, la salud y finalmente la vida.
Los procesos homeostáticos se suceden en todo ser vivo de forma constante, ya que el organismo necesita autorregularse con respecto a la temperatura exterior, a la humedad, a la ingesta de alimento y bebida, al esfuerzo físico, al estado mental o anímico, a la invasión de agentes patógenos, y en general a cualquier cambio que se aleje de lo ideal (frío, viento, calor, noche/día, etc).
Entre los numerosos parámetros que necesitan mantenerse estables para que un organismo siga en salud y en vida, se encuentra el pH de nuestra sangre que debe ser ligeramente alcalino, alrededor de un 7,4. Cuanto más influencias ácidas o alcalinas entren en circulación, más recursos, esfuerzos y medios necesitará invertir nuestro organismo para mantener el pH equilibrado, al igual que necesitaría invertirlos para mantener los 37º de temperatura base.
La situación mas común hoy en día, en una persona con unas costumbres de vida convencionales, es que el organismo necesite hacer frente a una acidificación constante de la sangre. Nuestro pH puede recibir grandes cantidades de desechos metabólicos ácidos debido a lo que comemos, lo que bebemos, el estrés, los pensamientos negativos, hasta la actividad física. La respiración misma acidifica la sangre, aunque en un ámbito de vida natural el organismo equilibraría muy facilmente este nivel de acidificación, ya que no necesitaría equilibrar todo lo que proviene de nuestra “vida moderna”.
Una de las formas que tiene el organismo para equilibrar este exceso de acidez en la sangre, es inundándola con minerales alcalinos, como el calcio, el magnesio, etc. Si los alimentos que comemos no contienen los suficientes minerales alcalinos para contrarrestar la acidez de la sangre, o si sus desechos metabólicos son ácidos, el organismo se verá obligado a desbloquear estos minerales de otras fuentes. La mayor fuente interna de minerales alcalinos es el esqueleto.
Si se vuelcan constantemente agentes acidificantes en la sangre, hecho muy común con un estilo de vida convencional, el organismo seguirá trabajando para volver al equilibrio del pH, incansablemente. No puede permitir que el pH se aleje mucho de su parámetro base, así como no puede permitir que nuestra temperatura se aleje mucho de la temperatura base, ya que si eso pasara nuestra vida se vería amenazada. Este proceso, como muchos en nuestro cuerpo, desgasta no solo nuestro deposito de minerales alcalinos (huesos y dientes), sino que también utiliza constantemente las energías de nuestro organismo no para reparar tejidos dañados o enfermos, sino únicamente para mantener la homeostasis, el equilibrio natural que le permite seguir viviendo.
Si además consideramos que el equilibrio del pH no es, ni de lejos, la única función necesaria para mantener nuestro organismo en una situación de equilibrio necesarios para vivir, entenderemos la magnitud de este esfuerzo. Ese proceso es agotador para cualquier sistema, por muy perfecto que sea, y por supuesto lo es para nuestro organismo. Utilizamos tanta energía y recursos solo para mantener el equilibrio, un equilibrio que debería ser natural, descuidando otras funciones menos urgentes aunque igualmente necesarias para mantenernos sanos.
La alimentación juega un papel fundamental en el equilibrio de nuestro pH. Puede ser una fuente de energía y de minerales alcalinos, o por lo contrario puede ser una de las mayores causas de factores acidificantes para nuestra sangre.
Los productos de origen animal y los productos industriales procesados son fuente de desechos ácidos que terminarán en la circulacion sanguínea. Estos productos están faltos de nutrientes y oligoelementos, entre ellos los minerales que necesitamos para alcalinizar nuestro organismo, además de contener todo tipo de aditivos químicos.
Por lo contrario, los alimentos frescos y de origen vegetal tienen una metabolización alcalinizante. Cuanto menos procesado y más fresco el alimento, más nutrientes retendrá y mayor será su capacidad alcalinizante.
Así que, dependiendo de lo que ingiramos tres o más veces al día, tendremos una fuente de nutrientes y oligoelementos necesarios para mantener nuestra salud, o una fuente de acidez que obligará nuestro organismo a esforzarse para neutralizarla. 14 Septiembre 2013
En palabras más simples, la homeostasis es ese conjuntos de funciones corporales que nos permiten, por ejemplo, mantener nuestra temperatura entre los 35º y los 40 grados. Muy pocos grados por debajo y por encima de esas temperaturas, nuestra salud y nuestra propia vida se ven seriamente amenazadas.
Es ese conjunto de funciones corporales que nos permiten mantenernos hidratados, a pesar de estar recubiertos de una dermis llena de poros. El cierre o la apertura de esos poros, por ejemplo, es una de las reacciones homeostáticas que nos permiten mantener nuestro equilibrio interior, la salud y finalmente la vida.
Los procesos homeostáticos se suceden en todo ser vivo de forma constante, ya que el organismo necesita autorregularse con respecto a la temperatura exterior, a la humedad, a la ingesta de alimento y bebida, al esfuerzo físico, al estado mental o anímico, a la invasión de agentes patógenos, y en general a cualquier cambio que se aleje de lo ideal (frío, viento, calor, noche/día, etc).
Entre los numerosos parámetros que necesitan mantenerse estables para que un organismo siga en salud y en vida, se encuentra el pH de nuestra sangre que debe ser ligeramente alcalino, alrededor de un 7,4. Cuanto más influencias ácidas o alcalinas entren en circulación, más recursos, esfuerzos y medios necesitará invertir nuestro organismo para mantener el pH equilibrado, al igual que necesitaría invertirlos para mantener los 37º de temperatura base.
La situación mas común hoy en día, en una persona con unas costumbres de vida convencionales, es que el organismo necesite hacer frente a una acidificación constante de la sangre. Nuestro pH puede recibir grandes cantidades de desechos metabólicos ácidos debido a lo que comemos, lo que bebemos, el estrés, los pensamientos negativos, hasta la actividad física. La respiración misma acidifica la sangre, aunque en un ámbito de vida natural el organismo equilibraría muy facilmente este nivel de acidificación, ya que no necesitaría equilibrar todo lo que proviene de nuestra “vida moderna”.
Una de las formas que tiene el organismo para equilibrar este exceso de acidez en la sangre, es inundándola con minerales alcalinos, como el calcio, el magnesio, etc. Si los alimentos que comemos no contienen los suficientes minerales alcalinos para contrarrestar la acidez de la sangre, o si sus desechos metabólicos son ácidos, el organismo se verá obligado a desbloquear estos minerales de otras fuentes. La mayor fuente interna de minerales alcalinos es el esqueleto.
Si se vuelcan constantemente agentes acidificantes en la sangre, hecho muy común con un estilo de vida convencional, el organismo seguirá trabajando para volver al equilibrio del pH, incansablemente. No puede permitir que el pH se aleje mucho de su parámetro base, así como no puede permitir que nuestra temperatura se aleje mucho de la temperatura base, ya que si eso pasara nuestra vida se vería amenazada. Este proceso, como muchos en nuestro cuerpo, desgasta no solo nuestro deposito de minerales alcalinos (huesos y dientes), sino que también utiliza constantemente las energías de nuestro organismo no para reparar tejidos dañados o enfermos, sino únicamente para mantener la homeostasis, el equilibrio natural que le permite seguir viviendo.
Si además consideramos que el equilibrio del pH no es, ni de lejos, la única función necesaria para mantener nuestro organismo en una situación de equilibrio necesarios para vivir, entenderemos la magnitud de este esfuerzo. Ese proceso es agotador para cualquier sistema, por muy perfecto que sea, y por supuesto lo es para nuestro organismo. Utilizamos tanta energía y recursos solo para mantener el equilibrio, un equilibrio que debería ser natural, descuidando otras funciones menos urgentes aunque igualmente necesarias para mantenernos sanos.
La alimentación juega un papel fundamental en el equilibrio de nuestro pH. Puede ser una fuente de energía y de minerales alcalinos, o por lo contrario puede ser una de las mayores causas de factores acidificantes para nuestra sangre.
Los productos de origen animal y los productos industriales procesados son fuente de desechos ácidos que terminarán en la circulacion sanguínea. Estos productos están faltos de nutrientes y oligoelementos, entre ellos los minerales que necesitamos para alcalinizar nuestro organismo, además de contener todo tipo de aditivos químicos.
Por lo contrario, los alimentos frescos y de origen vegetal tienen una metabolización alcalinizante. Cuanto menos procesado y más fresco el alimento, más nutrientes retendrá y mayor será su capacidad alcalinizante.
Así que, dependiendo de lo que ingiramos tres o más veces al día, tendremos una fuente de nutrientes y oligoelementos necesarios para mantener nuestra salud, o una fuente de acidez que obligará nuestro organismo a esforzarse para neutralizarla. 14 Septiembre 2013
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