Hace unos años, una profesora mulata fue invitada como docente de derecho a una prestigiosa universidad en los EE.UU. El portavoz de la Black Students Association criticó su elección pues al no ser “suficientemente negra” no era una representante adecuada del colectivo afroamericano y sus reivindicaciones.
Algo similar le ocurrió a Heather Whitestone cuando fue coronada como la primera Miss América sorda. Los activistas sordos protestaron ya que Whitestone se dirigió al público en lenguaje oral, y no mediante el lenguaje de signos, considerando que “no era lo suficientemente sorda”.
En un desfile del orgullo gay, los organizadores se negaron a que un grupo de hombres y mujeres bisexuales portaran la pancarta principal del evento por no ser “lo suficientemente gays”.
Estas anécdotas reales son algunos casos que ha examinado la psicóloga social Judith White y que ha identificado como “hostilidad horizontal“: el rechazo de un grupo minoritario hacia miembros de su mismo grupo, por considerarlos “moderados” o meros “aspirantes”.
La rivalidad no sería noticia si fuese mutua entre dos grupos con grandes discrepancias, como entre veganos y "omnívoros", por ejemplo. Sin embargo, los estudios de Judith White revelan que la hostilidad horizontal es persistentemente unidireccional y siempre se dirige en el mismo sentido, a la persona mulata, a alguien sordo que se comunica oralmente, a los bisexuales.
White explica que en los grupos minoritarios hay una jerarquía de estatus. Dentro del grupo, se asocia el estatus más elevado a quien es más radical, y por lo tanto representa el estereotipo de ese grupo y de aquello que lo distingue del resto de la sociedad.
Por ejemplo, entre quienes defienden los derechos animales, goza de más estatus un vegano (cuantos más años de vegano mejor) que alguien que está disminuyendo su consumo de carne. O como caricaturizaron Los Simpsons, “un vegano nivel 5 que no come nada que produzca sombra”.
Algo similar le ocurrió a Heather Whitestone cuando fue coronada como la primera Miss América sorda. Los activistas sordos protestaron ya que Whitestone se dirigió al público en lenguaje oral, y no mediante el lenguaje de signos, considerando que “no era lo suficientemente sorda”.
En un desfile del orgullo gay, los organizadores se negaron a que un grupo de hombres y mujeres bisexuales portaran la pancarta principal del evento por no ser “lo suficientemente gays”.
Estas anécdotas reales son algunos casos que ha examinado la psicóloga social Judith White y que ha identificado como “hostilidad horizontal“: el rechazo de un grupo minoritario hacia miembros de su mismo grupo, por considerarlos “moderados” o meros “aspirantes”.
La rivalidad no sería noticia si fuese mutua entre dos grupos con grandes discrepancias, como entre veganos y "omnívoros", por ejemplo. Sin embargo, los estudios de Judith White revelan que la hostilidad horizontal es persistentemente unidireccional y siempre se dirige en el mismo sentido, a la persona mulata, a alguien sordo que se comunica oralmente, a los bisexuales.
White explica que en los grupos minoritarios hay una jerarquía de estatus. Dentro del grupo, se asocia el estatus más elevado a quien es más radical, y por lo tanto representa el estereotipo de ese grupo y de aquello que lo distingue del resto de la sociedad.
Por ejemplo, entre quienes defienden los derechos animales, goza de más estatus un vegano (cuantos más años de vegano mejor) que alguien que está disminuyendo su consumo de carne. O como caricaturizaron Los Simpsons, “un vegano nivel 5 que no come nada que produzca sombra”.
“Vegano Nivel 5”: Cuestión de Estatus
La hostilidad horizontal siempre tiene como blanco a miembros del grupo que parecen personas más convencionales. Es decir, aquellos que no portan elementos especialmente distintivos del grupo en cuestión, y que son menos susceptibles de ser estigmatizados por el resto de la sociedad.
En cuatro estudios de la Universidad de Harvard se puso a prueba este concepto observando distintos grupos minoritarios. En todos los escenarios, el análisis mostró que los miembros más distintivos y radicales juzgan a sus miembros “moderados” de manera desfavorable, e incluso de manera más severa y crítica a cómo evalúan al resto de la sociedad.
Diversas investigaciones demuestran que tendemos a sentir orgullo de pertenecer a una minoría. Es esto cierto, incluso si esa minoría es estigmatizada por la sociedad? En general, sí, porque gran parte de como nos definimos a nosotros mismos tiene que ver con los grupos a los que pertenecemos, y por lo tanto como se valoran esos grupos es “espejo” de la valoración de nosotros mismos.
Así, el “orgullo gay” o el “orgullo vegano” son manifestaciones de nuestra necesidad de reconocimiento social como grupo y de autoestima a nivel personal. Se trata, en definitiva, de un refuerzo del “quiénes somos” y por extensión, de “quién soy”.
Cómo una minoría mantiene su reconocimiento social? Un elemento crucial es ser diferentes al resto. Sentimos que nuestro grupo vale más en la medida en que sea claramente distinguible del resto de la sociedad, y exista percepción de exclusividad. Por ejemplo, la creencia (errónea) de que “no cualquiera puede ser vegano”.
Para ser reconocibles en la sociedad necesitamos que haya una línea divisoria que dibujamos excluyendo del grupo a los que parecen “tibios”, moderados, convencionales y a los “aspirantes”.
White afirma que querer identificarse con un grupo distintivo no es tan diferente al querer unirse a un exclusivo club de campo, pues su membresía tiene valor en la medida en que muy pocas personas pueden entrar a hacerne parte, y se puede distinguir fácilmente quién está adentro y quién está fuera. La psicóloga afirma que la distinción y la exclusividad crean percepción de superioridad.
En cuatro estudios de la Universidad de Harvard se puso a prueba este concepto observando distintos grupos minoritarios. En todos los escenarios, el análisis mostró que los miembros más distintivos y radicales juzgan a sus miembros “moderados” de manera desfavorable, e incluso de manera más severa y crítica a cómo evalúan al resto de la sociedad.
Diversas investigaciones demuestran que tendemos a sentir orgullo de pertenecer a una minoría. Es esto cierto, incluso si esa minoría es estigmatizada por la sociedad? En general, sí, porque gran parte de como nos definimos a nosotros mismos tiene que ver con los grupos a los que pertenecemos, y por lo tanto como se valoran esos grupos es “espejo” de la valoración de nosotros mismos.
Así, el “orgullo gay” o el “orgullo vegano” son manifestaciones de nuestra necesidad de reconocimiento social como grupo y de autoestima a nivel personal. Se trata, en definitiva, de un refuerzo del “quiénes somos” y por extensión, de “quién soy”.
Cómo una minoría mantiene su reconocimiento social? Un elemento crucial es ser diferentes al resto. Sentimos que nuestro grupo vale más en la medida en que sea claramente distinguible del resto de la sociedad, y exista percepción de exclusividad. Por ejemplo, la creencia (errónea) de que “no cualquiera puede ser vegano”.
Para ser reconocibles en la sociedad necesitamos que haya una línea divisoria que dibujamos excluyendo del grupo a los que parecen “tibios”, moderados, convencionales y a los “aspirantes”.
White afirma que querer identificarse con un grupo distintivo no es tan diferente al querer unirse a un exclusivo club de campo, pues su membresía tiene valor en la medida en que muy pocas personas pueden entrar a hacerne parte, y se puede distinguir fácilmente quién está adentro y quién está fuera. La psicóloga afirma que la distinción y la exclusividad crean percepción de superioridad.
No soy un esnob. Soy simple y claramente mejor que tu.
Orgullosos de Pertenecer
Los defensores de los derechos animales nos encontramos en una posición compleja. Para la sociedad en general somos “extremistas” por seguir nuestros valores, y para quienes comparten nuestras ideas somos “hipócritas” si no somos del todo “puros” en nuestras acciones.
Pero, por qué somos especialmente duros con los miembros de nuestro mismo grupo? Porque hay algo que estamos tratando de proteger. Las minorías sociales somos grupos con poco poder y limitada capacidad de influencia. Nuestro mayor recurso no suele ser material, sino psicológico: el valor de nuestra identidad. Un miembro moderado o “no suficientemente vegano” representa una posible amenaza a nuestra identidad, a nuestras creencias, y es una potencial traición a lo que nos define como grupo y como personas.
Lo preocupante de la hostilidad horizontal es que, muchas veces, sirve para reforzar prejuicios y estereotipos que ridiculizan a una minoría a los ojos del resto de la sociedad. A nivel interno nos enfrenta, nos divide y nos debilita como movimiento. La crítica destructiva, las rivalidades y rencillas entre activistas "más o menos veganos" sólo sirven al divide et impera de un sistema injusto y depredador que usa y abusa de los seres animales.
Pero, por qué somos especialmente duros con los miembros de nuestro mismo grupo? Porque hay algo que estamos tratando de proteger. Las minorías sociales somos grupos con poco poder y limitada capacidad de influencia. Nuestro mayor recurso no suele ser material, sino psicológico: el valor de nuestra identidad. Un miembro moderado o “no suficientemente vegano” representa una posible amenaza a nuestra identidad, a nuestras creencias, y es una potencial traición a lo que nos define como grupo y como personas.
Lo preocupante de la hostilidad horizontal es que, muchas veces, sirve para reforzar prejuicios y estereotipos que ridiculizan a una minoría a los ojos del resto de la sociedad. A nivel interno nos enfrenta, nos divide y nos debilita como movimiento. La crítica destructiva, las rivalidades y rencillas entre activistas "más o menos veganos" sólo sirven al divide et impera de un sistema injusto y depredador que usa y abusa de los seres animales.
Es más importante ser “puros” o conectar con otros para que sean receptivos a la realidad de los seres animales?
El veganismo es importante, pero no como fin en sí mismo, sino como una poderosa herramienta para boicotear los horrores del uso de seres sintientes para nuestro beneficio. Desde esta perspectiva, la ÙNICA meta del activismo por los derechos animales no es tanto EXPRESAR nuestras creencias antiespecistas, sino INFLUIR en la sociedad para obtener un CAMBIO.
Un análisis comparado de varias campañas por los derechos animales detectó que las que se enfocan en aspectos de la identidad y emociones personales de los activistas, vuelve las campañas menos eficaces.
Si realmente nos tomamos en serio la injusticia, la explotación y el sufrimiento, nos daremos cuenta que el ideal de un mundo perfecto y la pureza ideológica del veganismo son PREOCUPACIONES SECUNDARIAS. Lo que nos debería ocupar principalmente es cómo crear juntos un mundo mejor, ahora, trabajando CON y EN la sociedad existente. Los animales no necesitan que tengamos la razón, sino que seamos eficaces y que consigamos abrir cuanto más corazones y mentes posibles a su terrible realidad.
Ser vegano no es vestir camisetas, comprar en un lugar en vez que en otro, ni si quieras es ir a manifestaciones. Todo eso se puede hacer, y algunas cosas son más efectivas que otras. Pero SER vegano es una RE-EVOLUCIÓN de empatía, de igualdad, de dignidad y de no-violencia, porque si los veganos no abrazamos la no-violencia... quien va a hacerlo?
Como nos relacionamos con los seres animales abre la puerta a comprender y transformar la esencia de quiénes somos. Por eso, re-evolucionar la forma de tratar a los seres animales es re-evolucionar todas nuestras relaciones, con las demás personas (incluidas las que están en un camino “solo” parecido al nuestro) y hasta con nosotros mismos.
Esta re-evolución somos nosotros, las personas que consideramos que un cambio no sólo es posible, sino urgente y necesario. Somos la gente común y corriente como tú y como yo que podemos decir “basta!”, que poseemos la voluntad firme de construir en el amor y dejar las hostilidades de lado.
El inevitable primer paso de cualquier re-evolución es un cambio personal en lo más profundo de nuestra consciencia. Juntos tenemos la posibilidad de afectar un cambio igualmente profundo en la sociedad en la que vivimos. Cada uno de nosotros es, o puede ser, una voz de empatía, paz y justicia para todos.
Ya es hora de dejar atrás el “yo” para anteponer el “nosotros” y, más importante aún, el “ellos”, los que no tienen voz. Los humanos somos los únicos responsables de su tragedia, por lo tanto somos, también, su única esperanza.
Extraido y modificado de http://blog.animanaturalis.org/2014/04/hostilidadhorizontal/
6 Mayo 2014
La información contenida en este sito es de libre distribución, se agradece la mención de la fuente.
Un análisis comparado de varias campañas por los derechos animales detectó que las que se enfocan en aspectos de la identidad y emociones personales de los activistas, vuelve las campañas menos eficaces.
Si realmente nos tomamos en serio la injusticia, la explotación y el sufrimiento, nos daremos cuenta que el ideal de un mundo perfecto y la pureza ideológica del veganismo son PREOCUPACIONES SECUNDARIAS. Lo que nos debería ocupar principalmente es cómo crear juntos un mundo mejor, ahora, trabajando CON y EN la sociedad existente. Los animales no necesitan que tengamos la razón, sino que seamos eficaces y que consigamos abrir cuanto más corazones y mentes posibles a su terrible realidad.
Ser vegano no es vestir camisetas, comprar en un lugar en vez que en otro, ni si quieras es ir a manifestaciones. Todo eso se puede hacer, y algunas cosas son más efectivas que otras. Pero SER vegano es una RE-EVOLUCIÓN de empatía, de igualdad, de dignidad y de no-violencia, porque si los veganos no abrazamos la no-violencia... quien va a hacerlo?
Como nos relacionamos con los seres animales abre la puerta a comprender y transformar la esencia de quiénes somos. Por eso, re-evolucionar la forma de tratar a los seres animales es re-evolucionar todas nuestras relaciones, con las demás personas (incluidas las que están en un camino “solo” parecido al nuestro) y hasta con nosotros mismos.
Esta re-evolución somos nosotros, las personas que consideramos que un cambio no sólo es posible, sino urgente y necesario. Somos la gente común y corriente como tú y como yo que podemos decir “basta!”, que poseemos la voluntad firme de construir en el amor y dejar las hostilidades de lado.
El inevitable primer paso de cualquier re-evolución es un cambio personal en lo más profundo de nuestra consciencia. Juntos tenemos la posibilidad de afectar un cambio igualmente profundo en la sociedad en la que vivimos. Cada uno de nosotros es, o puede ser, una voz de empatía, paz y justicia para todos.
Ya es hora de dejar atrás el “yo” para anteponer el “nosotros” y, más importante aún, el “ellos”, los que no tienen voz. Los humanos somos los únicos responsables de su tragedia, por lo tanto somos, también, su única esperanza.
Extraido y modificado de http://blog.animanaturalis.org/2014/04/hostilidadhorizontal/
6 Mayo 2014
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