Merece la pena tomarse el tiempo para preparar esta versión cruda, por supuesto más sana y sin duda libre de explotación y sufrimiento, ya que nos servirá de base para muchas preparaciones.
La receta original se presta perfectamente como ingrediente para nuestros platos elaborados, mientras la segunda versión, enriquecidas con hierbas, es perfecta para disfrutar untada en crackers.
- 250 gramos de almendras o anacardos o nueces de macadamia
- 250 ml de agua
- 1 cápsula de probióticos veganos o 2-3 cucharadas de limón (como alternativa también se puede usar kéfir de agua, kombucha, kimchi o revjuvelac)
- 1 cucharadita de sal marina no refinada o sal rosa del Himalaya
- La cáscara rallada de medio limón
- Mezcla de hierbas al gusto (para la segunda versión)
Rehidratar los frutos secos durante una noche, hasta que hayan duplicado de tamaño. Pelar las almendras si necesario.
Pasar los frutos secos por la batidora hasta conseguir una consistencia cremosa. Añadir los protióticos o el jugo de limón (este dará un toque más ácido a la ricotta, los probióticos más suave).
Verter la mezcla en un recipiente de vidrio y tapar con un paño de algodón, y dejar fermentar entre 6 y 8 horas a temperatura ambiente, entre 20°C y 26°C (la fermentación necesitará más tiempo si hace más frío, y menos si hace más calor). Después, poner la ricotta en la nevera durante otras 6-8 horas, cerrando herméticamente el recipiente de vidrio. Terminada la fermentación, pasar la mezcla a la batidora y añadir la sal y la ralladura de limón.
Si estamos preparando la segunda versión de esta receta, este es el momento de añadir las hierbas cortadas y desmenuzadas. La ricotta se presta a muchas variaciones, podemos adaptarla según nuestros gustos y preferencias añadiendo albahaca, orégano, perejil, salvia, hinojo, ajo, chile, pimienta, levadura nutricional, nuez moscada, cebolla disecada, etc.
Verter la ricotta en un molde para quesos o, en su ausencia, en un colador forrado con un paño de algodón. Colocarla encima de un plato o una fuente, presionar con las manos para compactarla y remover cuanto más líquido posible.
Guardar el molde, cerrado herméticamente o bien envueltos en plástico, en la nevera por 24-36 horas. Pasado ese tiempo, desmoldar y servir, o usar para la elaboración de otros platos.
Fuente: Cucina Bio Evolutiva