El potasio (que se encuentra en mayor concentración en el interior de la célula) y el sodio (que se encuentra en mayor concentración en su exterior) necesitan co-existir según una determinda y muy precisa concentración interdependiente de iones dentro y fuera de cada célula. Nuestro organismo no va a permitir en ningún caso que esa proporción varíe, ya que de lo contrario muchas de las funciones celulares básicas no se podrían mantener.
A través del uso de diuréticos, sin diferencia alguna entre los naturales y los alopáticos, se pretende reducir la cantidad de líquido retenido que nuestro organismo ha acumulado para mantener ese equilibrio básico.
Cuando, a través del uso de diuréticos, se produce la pérdida de ese líquido, pasan dos cosas:
- Primero, nuestro organismo se queda en un estado de desequilibrio, con la proporción entre sodio y potasio lejana de lo natural y saludable. Durante la duración de ese desequilibrio nuestras células verán disminuidas funciones tan vitales como la recepción de nutrientes y la eliminación de desechos.
- Segundo, dado que mantener esa proporción es VITAL para nuestra supervivencia, el organismo activará sus mecanismos homeostáticos y hará todo lo posible para recuperar los líquidos perdidos lo antes posible, y restablecer así el equilibrio entre sodio y potasio necesario para mantener una adecuada función celular.
Pero el mayor fallo que tiene esa sugerencia es que no tiene en cuenta que la mayoría del sodio que ingerimos no proviene de la sal que añadimos a nuestros platos en la mesa, sino de los productos industriales procesados que ya la contienen. Es totalmente lógico, si consideramos que uno de los principales conservadores usados para la producción industrial de "alimentos" es el cloruro de sodio (sal de mesa), además de el sodio presente en otros aditivos como el glutamato monosódico. Hoy en día, por esa razón prácticamente nadie sufre de hiperpotasemia (un nivél demasiado alto de potasio) mientras, por lo contrario, millones de personas sufren de hipernatremia y sus consecuencias. La retención de líquidos es, definitivamente, la más leve de ellas.
De esta forma no sólo podremos seguir añadiendo sal (en medidas razonables) a nuestras comidas, sino que también, reduciendo o eliminando el consumo de productos industriales procesados (ricos en ese elemento y demás aditivos quimicos exaltadores del sabor) nuestras receptores y nuestras papilas gustativas se volverán a acostumbrar, con el tiempo, a gustos y aromas más naturales. Porque no es que el tomate no sepa a nada, sino que somos nosotros que hemos perdido la capacidad de captar su sabor debido a todos los químicos presente en esos productos que la industria erroneamente denomina comida!!!
Cuando nuestra ingesta de sodio es más elevada de lo que debería ser, el organismo necesitará equilibrar la concentración de ese mineral según su interdependencia con el potasio, y para hacer eso necesitará aumentar la cantidad de líquido en las células.
Así que, para reducir los líquidos retenidos en nuestro cuerpo (que JAMÁS serán superfluos) habrá que hacer algo muy facil: bajar el consumo de sodio a través no solo de la sustitución de la sal de mesa refinada por sal marina sin refinar, sino y sobre todo, a través de la reducción o eliminación del consumo de productos industriales procesados.
Y nunca, excepto en casos graves y urgentes, a través del uso de diuréticos, ni farmacéuticos, ni naturales.
Laura