La semana es Santa... para quien?
Cómo se puede justificar tanta muerte para celebrar la vida?
22 DÍAS.
Nací hace 22 días. Todavía hacía frío y me refugié en la cálida lana de mi mamá.
Supe desde el momento en que nací que era ella por la forma en que me lamió la cara y, más importante aún, por como me miró.
Los primeros días los pasé en el calor de su aliento. Fue tan bonito cerrar los ojos y saber que ella estaba allí.
Nací hace 22 días como todos los otros bebés a mi alrededor. Desde lo alto podríamos ser confundidos con pequeñas nubes. Corremos en los prados, entre la suave hierba nueva, oyendo la llamada amorosa de nuestras madres, enredada entre las ramas de los árboles y de nuestros corazones.
Hace unos días pregunté a mi mamá si era hijo único. Ella suspiró y no respondió. De repente se puso triste y se alejó.
Esa misma noche se acercó a mi una oveja vieja con el vello todo estoposo y con los ojos sabios. Me dijo que las ovejas nunca tiene un solo hijo. Me dijo que cada oveja es madre todas las primaveras, y todos los años... pero no quiso seguir, sus ojos se humedecieron, me dijo que era el fresco de la noche y se fue también.
22 días.
Vivo en un prado con mi mamá, con muchas otras mamás ovejas y muchos otros corderitos. No hay mucho espacio, a veces me pregunto qué hay más allá de la cerca, pero estoy demasiado ocupado corriendo, jugando, comiendo, durmiendo y soñando para pensar en otras cosas.
Me hice amigo de muchos animales. Topos, erizos, gallinas, un tejón, algunos pajaros. Son estos últimos, sin embargo, que cada vez que hablo del futuro, de cuando me crecerán los cuernos, de cuando cambiaré el pelo, se lanzan miradas extrañas y suspiran. Si le pregunto porque se van volando.
22 días.
Parece que fue ayer cuando abrí los ojos por primera vez y tomé la pimera leche de mi mamá.
Mamá está pensativa. Me mira como si no me iba a ver nunca más.
Cuando hace eso me voy hacia ella y apoyo el hocico sobre su vientre. Siento su respiración. Mi mamá es una cuna. Me duermo y sueño con cosas bonitas.
22 días.
Hace unos días desaparecieron unos corderos. Es todo tan extraño. El día antes jugaban conmigo, al día siguiente ya no estaban. Fui a buscarlos, el prado no es tan grande y la cerca es demasiado alta para que hayan podido saltar al otro lado.
Por qué no vinieron a despedirse? Somos amigos.
Sus madres están llorando en una esquina. Tienen el hocico cubierto de heno pero no quieren comer. Cruzo la mirada con mi mamá. Me está mirando. Tiene los ojos cansados. Querría preguntarle sobre esta situación, el porque esas mamás lloran, pero se aleja.
22 días.
Otros corderos han desaparecido. Hay nerviosismo entre nosotros. Todo susurramos, nadie se atreve a balar en voz alta. Nosotros los corderos nos juntamos y tratamos de entender, pero ningún adulto parece querer darnos explicaciones.
22 días.
Todavía tengo mis ojos cerrados por el sueños cuando los extraños seres de dos patas entran y me despiertan. No lo hacen con suavidad, me tiran boca abajo y me levantan por las piernas. Me duele, trato de hacerles entender baliendo, pero el que me levantó me sacude diciendo cosas en un idioma extraño, parece enfadado. Busco a mi mamá con los ojos, está despierta y baliendo fuerte. Me dice que me quiere. Me dice que siempre seré su bebé. Me dice que nunca me olvidará. Mamá llora. El mundo al revés puede ser divertido, no quiero que mamá esté triste. Las manos que me agaran las piernas me hacen daño. Veo que se están llevando a otros dos corderos.
A dónde nos llevan?
Estamos fuera. Hemos salido de la cerca. Tal vez esto significa crecer. Tener la lana gruesa. Pero echo de menos a mi mamá.
Vuelvo la cabeza hacia el prado donde nací, quiero verla, está con la nariz pegada a la cerca llamándome, llamándome. Entramos en un cuarto y entonces nos tiran al suelo. Qué extraño lugar. Hay ganchos que cuelgan del techo y hay manchas oscuras en las paredes. Me acerco, huelo una de las manchas, es un olor acre que me recuerda a la sangre, pero no puede ser sangre, las manchas son demasiado grandes. Entonces uno de esos extraños seres que llamamos hombre agarra a uno de mis amigos por las patas, lo ata a uno de los gancho, luego hace lo mismo con mi otro amigo, luego es mi turno. Lucho, tengo miedo, quiero a mi mamá, pero esos brazos son muy fuertes y le miro, al hombre, le miro mientras belo boca abajo y lloro, veo que coje algo de una mesa, se acerca a mí, me agarra de la cabeza, me la levanta y lo último que recuerdo antes de que todo se vuelva oscuro, es que cuando yo nací e intenté ponerme de pie, allí estaba mi mamá para ayudarme, y yo pensaban que así iba a ser toda mi vida.
22 días es el promedio de vida de los corderos destinados a ser sacrificados para la Semana Santa
Fuente: Alessandro Vegano Vettorato
La información contenida en este sito es de libre distribución, se agradece la mención de la fuente.
Cómo se puede justificar tanta muerte para celebrar la vida?
22 DÍAS.
Nací hace 22 días. Todavía hacía frío y me refugié en la cálida lana de mi mamá.
Supe desde el momento en que nací que era ella por la forma en que me lamió la cara y, más importante aún, por como me miró.
Los primeros días los pasé en el calor de su aliento. Fue tan bonito cerrar los ojos y saber que ella estaba allí.
Nací hace 22 días como todos los otros bebés a mi alrededor. Desde lo alto podríamos ser confundidos con pequeñas nubes. Corremos en los prados, entre la suave hierba nueva, oyendo la llamada amorosa de nuestras madres, enredada entre las ramas de los árboles y de nuestros corazones.
Hace unos días pregunté a mi mamá si era hijo único. Ella suspiró y no respondió. De repente se puso triste y se alejó.
Esa misma noche se acercó a mi una oveja vieja con el vello todo estoposo y con los ojos sabios. Me dijo que las ovejas nunca tiene un solo hijo. Me dijo que cada oveja es madre todas las primaveras, y todos los años... pero no quiso seguir, sus ojos se humedecieron, me dijo que era el fresco de la noche y se fue también.
22 días.
Vivo en un prado con mi mamá, con muchas otras mamás ovejas y muchos otros corderitos. No hay mucho espacio, a veces me pregunto qué hay más allá de la cerca, pero estoy demasiado ocupado corriendo, jugando, comiendo, durmiendo y soñando para pensar en otras cosas.
Me hice amigo de muchos animales. Topos, erizos, gallinas, un tejón, algunos pajaros. Son estos últimos, sin embargo, que cada vez que hablo del futuro, de cuando me crecerán los cuernos, de cuando cambiaré el pelo, se lanzan miradas extrañas y suspiran. Si le pregunto porque se van volando.
22 días.
Parece que fue ayer cuando abrí los ojos por primera vez y tomé la pimera leche de mi mamá.
Mamá está pensativa. Me mira como si no me iba a ver nunca más.
Cuando hace eso me voy hacia ella y apoyo el hocico sobre su vientre. Siento su respiración. Mi mamá es una cuna. Me duermo y sueño con cosas bonitas.
22 días.
Hace unos días desaparecieron unos corderos. Es todo tan extraño. El día antes jugaban conmigo, al día siguiente ya no estaban. Fui a buscarlos, el prado no es tan grande y la cerca es demasiado alta para que hayan podido saltar al otro lado.
Por qué no vinieron a despedirse? Somos amigos.
Sus madres están llorando en una esquina. Tienen el hocico cubierto de heno pero no quieren comer. Cruzo la mirada con mi mamá. Me está mirando. Tiene los ojos cansados. Querría preguntarle sobre esta situación, el porque esas mamás lloran, pero se aleja.
22 días.
Otros corderos han desaparecido. Hay nerviosismo entre nosotros. Todo susurramos, nadie se atreve a balar en voz alta. Nosotros los corderos nos juntamos y tratamos de entender, pero ningún adulto parece querer darnos explicaciones.
22 días.
Todavía tengo mis ojos cerrados por el sueños cuando los extraños seres de dos patas entran y me despiertan. No lo hacen con suavidad, me tiran boca abajo y me levantan por las piernas. Me duele, trato de hacerles entender baliendo, pero el que me levantó me sacude diciendo cosas en un idioma extraño, parece enfadado. Busco a mi mamá con los ojos, está despierta y baliendo fuerte. Me dice que me quiere. Me dice que siempre seré su bebé. Me dice que nunca me olvidará. Mamá llora. El mundo al revés puede ser divertido, no quiero que mamá esté triste. Las manos que me agaran las piernas me hacen daño. Veo que se están llevando a otros dos corderos.
A dónde nos llevan?
Estamos fuera. Hemos salido de la cerca. Tal vez esto significa crecer. Tener la lana gruesa. Pero echo de menos a mi mamá.
Vuelvo la cabeza hacia el prado donde nací, quiero verla, está con la nariz pegada a la cerca llamándome, llamándome. Entramos en un cuarto y entonces nos tiran al suelo. Qué extraño lugar. Hay ganchos que cuelgan del techo y hay manchas oscuras en las paredes. Me acerco, huelo una de las manchas, es un olor acre que me recuerda a la sangre, pero no puede ser sangre, las manchas son demasiado grandes. Entonces uno de esos extraños seres que llamamos hombre agarra a uno de mis amigos por las patas, lo ata a uno de los gancho, luego hace lo mismo con mi otro amigo, luego es mi turno. Lucho, tengo miedo, quiero a mi mamá, pero esos brazos son muy fuertes y le miro, al hombre, le miro mientras belo boca abajo y lloro, veo que coje algo de una mesa, se acerca a mí, me agarra de la cabeza, me la levanta y lo último que recuerdo antes de que todo se vuelva oscuro, es que cuando yo nací e intenté ponerme de pie, allí estaba mi mamá para ayudarme, y yo pensaban que así iba a ser toda mi vida.
22 días es el promedio de vida de los corderos destinados a ser sacrificados para la Semana Santa
Fuente: Alessandro Vegano Vettorato
La información contenida en este sito es de libre distribución, se agradece la mención de la fuente.