No somos perfectos, y está muy bien así: somos HUMANOS.
No necesitamos ser perfectos para vivir una vida plena y feliz, es más, la perfección no existe, es algo demasiado inmóvil e infexible para tener cabida en una Naturaleza que es cambio constante, fluidez, lineas curvas e irregulares que se adaptan a cualquier instante de nuestras vidas. Cuando aceptemos la belleza de nuestra humana (y por ende hermosa) imperfección será el momento en el que empezaremos a ser verdadera y profundamente felices.
Pedir disculpas por algo que no hay que disculpar
Es positivo asumir la responsabilidad de un error que hemos cometido, aunque decir "lo siento" en aquellas ocasiones en las que no hace falta es más destructivo que constructivo. Disculparnos con el camarero cuando pedimos que nos traiga algo, cuando le digamos a alguien que no podemos quedar o hacer lo que nos pide, por uno u otro motivo, cuando vamos a hablar para exponer nuestra opinion, y un largo etcétera. No hace falta disculparnos por hacer lo que hacemos. Tenemos derecho a nuestras propias preferencias y a tomar nuestras propias decisiones. Todas las razones por las cuales tomamos nuestras decisiones son completa y absolutamente lícitas, ya que son lo que sentimos en ese momento.
Tambíen entra en esta categoría proferir la celebre frase "en mi humilde opinion". Ninguna opinión tiene la necesidad de ser humilde ya que es una opinión, algo intrínsecamente personal, único e intransferible, no hay ninguna necesidad de reducirla a la categoría de "humilde". Es la nuestra y vale nada más ni nada menos que la de cualquier otra persona.
Sentirnos como unos impostores cuando tenemos algún triunfo
Nunca dudemos de que merecemos todos nuestros éxitos. Debemos empezar a valorar nuestros logros y agradecer que otros se den cuenta de nuestros esfuerzos. Ese nuevo trabajo, ese título, ese reconocimiento público o personal, nos lo hemos ganado.
Decir "sí" siempre y a todo el mundo
“Sí, puedo quedar contigo a pesar de estar agotado y lo único que me apetezca es irme a casa y meterme en la cama.”
“Sí, puedo leer tu currículum aunque esté desbordado de trabajo.”
“Sí, podemos salir con esa especie de pareja que tienes y sus horribles amigos que están de paso por aquí.”
Cuantas veces lo hemos hecho? Dejemos de decir "sí" cuando no queremos decirlo. Una vez que nos hayamos acostumbrados a reconocer si queremos, o no, hacer algo, nuestra vida será mucho más liviana y mucho menos agotadora. Haremos lo que verdaderamente nos hace felices, y las personas con las cuales haremos esas cosas lo agradecerán, ya que sentirán que lo estamos haciendo porque así lo sentimos, y no por una absurda obligación (que además nadie nos reclama a excepción de nosotros mismos).
Decir "no" a nosotros mismos
A veces pasamos demasiado tiempo elucubrando acerca de lo que no podemos hacer, o no debemos hacer, o no somos capaces de hacer. No permitamos que nuestras inseguridades y nuestras angustias decidan por nosotros, porque lo único que conseguiremos así es perdernos muchísimas experiencias que merecen la pena. Pongamos nuestra atención y nuestra energía en lo que podemos hacer, lo que sabemos hacer, la parte positiva de nuestra vida. Salgamos de nuestra zona de confort, intentemos estratégias nuevas, seamos valientes sin ser inconscientes. Tendremos muchas recompensas. Hablémos con esas personas con las cuales creemos no encajar, trasnochemos de vez en cuando en compañía de nuestros seres queridos aunque mañana haya que trabajar, mimémonos de vez en cuando a pesar de que creamos que no nos hace falta, porque siempre (siempre!) nos hará bien...
En nuestra sociedad se nos suele dar a entender que lo que más debe preocuparnos es nuestro aspecto. Debemos llevar el look perfecto en nuestra cara, nuestra ropa, nuestros zapatos y accesorios, nuestro pelo y por supuesto debemos lucir unos cuerpos fantásticos (es decir, delgados). En nuestra lucha para cumplir estos criterios imposibles es fácil que acabemos pensando que la comida sea algo contra lo que hay luchar, y no un regalo para disfrutar. Hay que ser conscientes de lo que nos metemos en el cuerpo (al fin y al cabo es el único que tenemos) sin caer en la trampa de la culpabilidad. Uno de los placeres más grandes de nuestra vida es el saborear los alimentos.
Hay alimentos que tomamos para nutrir nuestro cuerpo, alimentos provenientes de la Naturaleza perfectos para nosotros y que nos dan vida. Hay otra comida que posiblemente no sea tan sana para nuestro cuerpo, y que a pesar de ello nos nutre de otra forma en determinados momentos. Nunca la comida debe ir acompañada de ningún arrepentimiento, al contrario, aunque sepamos que algo no nos va a aportar lo mejor en el plan físico, si decidimos comerlo GOCEMOS de ello, ese goce nos va a aportar la energía positiva que falta en la simple composición química de lo que estamos comiendo.
Criticar nuestro físico, tanto en voz alta como mentalmente
Somos perfectos así como somos en este momento de nuestra vida. Punto. Es nuestra naturaleza evolucionar, y lo haremos que lo queramos o no, que lo hagamos de forma conscientes o no, y no sirve absolutamente de nada el no aceptar como somos en este momento. Si pudiéramos ser diferente, lo seriamos. Y el hecho de que ahora no lo seamos, no significa que mañana no lleguemos a serlo. Una forma mucho más positiva de cambiar es ponernos metas factibles, a corto y medio plazo.
Laura