Entonces, cual es nuestro alimento natural?
En la naturaleza, los humanos seríamos predominantemente frugívoros, viviríamos principalmente de frutas, incorporando a nuestra dieta también vegetales verdes tiernos. Esto incluye las frutas no dulces con semilla que generalmente llamamos verdura, tales como tomates, pepinos, pimientos, zucchini, calabazas, berenjenas, etc.
Como cualquier otro ser vivo, podemos sobrevivir alimentándonos de una amplia variedad de productos comestibles, aunque nuestra salud lo resentirá. Nuestros cuerpos han evolucionado para prosperar con una dieta vegetal con la fruta como alimento principal.
La dieta frugívora consiste predominantemente de frutas, con la adición de hojas verdes tiernas. Entonces, dónde quedan el resto de los vegetales en este tipo de alimentación?
Esto puede parecer impactante, pero todo en nuestra fisiología indica que nuestro aparato digestivo está diseñado para procesar eficazmente la suave fibra soluble de las frutas y hojas tiernas. Otros vegetales como las crucíferas (brócoli, coliflor, romanesco, berza, coles de Bruselas, repollo) son ricos en nutrientes, incluida la fibra soluble, aunque también contienen celulosa y otras fibras que pueden llegar a ser imposibles de digerir para nosotros.
Nuestro sistema digestivo no puede romper esa fibra indigerible y por lo tanto es forzado a eliminarla. A diferencia de las fibras solubles, estas fibras indigeribles son rígidas y pueden irritar nuestra membrana digestiva conforme pasan por nuestros intestinos. La fibra de los cereales integrales también tiene el mismo efecto, incluso más acentuado. Estos vegetales son más digeribles cuando se consumen tiernos, y para evitar el efecto irritante de la fibra indigerible, deben ser masticados minuciosamente.
Para asimilar correctamente todos los nutrientes de nuestro alimento, necesitamos digerirlo completamente. El proceso de digestión se ralentiza e incluso llega a ser incompleto cada vez que ingerimos alimentos que son difíciles de digerir, llegando esto con el tiempo a ser una carga para nuestra salud. Podemos ingerir vegetales que contienen celulosa y otras fibras duras e insolubles, pero tales comidas suponen una gran trabajo para nuestro sistema digestivo y nuestros órganos de eliminación.
Como cualquier otro ser vivo, podemos sobrevivir alimentándonos de una amplia variedad de productos comestibles, aunque nuestra salud lo resentirá. Nuestros cuerpos han evolucionado para prosperar con una dieta vegetal con la fruta como alimento principal.
La dieta frugívora consiste predominantemente de frutas, con la adición de hojas verdes tiernas. Entonces, dónde quedan el resto de los vegetales en este tipo de alimentación?
Esto puede parecer impactante, pero todo en nuestra fisiología indica que nuestro aparato digestivo está diseñado para procesar eficazmente la suave fibra soluble de las frutas y hojas tiernas. Otros vegetales como las crucíferas (brócoli, coliflor, romanesco, berza, coles de Bruselas, repollo) son ricos en nutrientes, incluida la fibra soluble, aunque también contienen celulosa y otras fibras que pueden llegar a ser imposibles de digerir para nosotros.
Nuestro sistema digestivo no puede romper esa fibra indigerible y por lo tanto es forzado a eliminarla. A diferencia de las fibras solubles, estas fibras indigeribles son rígidas y pueden irritar nuestra membrana digestiva conforme pasan por nuestros intestinos. La fibra de los cereales integrales también tiene el mismo efecto, incluso más acentuado. Estos vegetales son más digeribles cuando se consumen tiernos, y para evitar el efecto irritante de la fibra indigerible, deben ser masticados minuciosamente.
Para asimilar correctamente todos los nutrientes de nuestro alimento, necesitamos digerirlo completamente. El proceso de digestión se ralentiza e incluso llega a ser incompleto cada vez que ingerimos alimentos que son difíciles de digerir, llegando esto con el tiempo a ser una carga para nuestra salud. Podemos ingerir vegetales que contienen celulosa y otras fibras duras e insolubles, pero tales comidas suponen una gran trabajo para nuestro sistema digestivo y nuestros órganos de eliminación.
Hay personas que adoptan una dieta exclusivamente frutariana, aunque desaconsejaría esta práctica ya que los vegetales de hoja verde proveen minerales y otros nutrientes esenciales para una alimentación y salud óptima.
Nutricionalmente, la fruta satisface casi todas nuestras necesidades, más que cualquier otro alimento, así como la carne lo hace para un carnívoro. Las frutas están repletas de los nutrientes que nuestros cuerpos requieren, y en las proporciones perfectas.
Aunque algunos vegetales y otras comidas puedan tener más cantidades de un nutriente en particular, las frutas suelen aportar no solo el tipo de nutriente que necesitamos, sino que estos nutrientes vendrán en las proporciones adecuadas respeto a los otros nutrientes, para una óptima digestión y asimilación. Más no significa mejor.
Los humanos buscamos lo dulce por naturaleza, estamos diseñados para consumir frutas dulces. Las primeras papilas gustativas con las que el alimento viene en contacto, son justo las que reconocen los sabores dulces. Sin diferencia entre cultura ni circunstancias de procedencia, a la mayoría de nosotros nos gusta la fruta dulce en su estado crudo.
Cuando están maduras, las frutas convierten sus carbohidratos en glucosa y fructosa, azúcares simples que podemos metabolizar sin digestión adicional. Las enzimas en la fruta convierten las proteínas en aminoácidos y las grasas en ácidos grasos y gliceroles. Así, cuando comemos frutas, el único verdadero trabajo que necesitamos hacer para conseguir sus nutrientes, es disfrutar de su sabor.
Nutricionalmente, la fruta satisface casi todas nuestras necesidades, más que cualquier otro alimento, así como la carne lo hace para un carnívoro. Las frutas están repletas de los nutrientes que nuestros cuerpos requieren, y en las proporciones perfectas.
Aunque algunos vegetales y otras comidas puedan tener más cantidades de un nutriente en particular, las frutas suelen aportar no solo el tipo de nutriente que necesitamos, sino que estos nutrientes vendrán en las proporciones adecuadas respeto a los otros nutrientes, para una óptima digestión y asimilación. Más no significa mejor.
Los humanos buscamos lo dulce por naturaleza, estamos diseñados para consumir frutas dulces. Las primeras papilas gustativas con las que el alimento viene en contacto, son justo las que reconocen los sabores dulces. Sin diferencia entre cultura ni circunstancias de procedencia, a la mayoría de nosotros nos gusta la fruta dulce en su estado crudo.
Cuando están maduras, las frutas convierten sus carbohidratos en glucosa y fructosa, azúcares simples que podemos metabolizar sin digestión adicional. Las enzimas en la fruta convierten las proteínas en aminoácidos y las grasas en ácidos grasos y gliceroles. Así, cuando comemos frutas, el único verdadero trabajo que necesitamos hacer para conseguir sus nutrientes, es disfrutar de su sabor.
Nuestros sentidos lo confirman, somos frugívoros
Imaginemos por un momento que estemos a punto de comer alguna deliciosa pieza de fruta,—tal vez un racimo de uva, un durazno, una rodaja de melón, un plátano, una manzana, una ciruela, una naranja, un mango, un higo, una mora,…una fresa, lo que más nos guste. Imaginemos sostener la fruta en la mano, mirándola y sintiendo su consistencia. La acercamos a la nariz y olemos su dulce e inconfundible fragancia. Nos apetece morderla, pero demoramos un instante más saboreándola en nuestra mente, adelantándonos al placer de su sabor. En este momento nuestra boca se nos está haciendo agua. La fruta no requiere preparación alguna. Es un producto terminado, listo para ser consumido exactamente tal y como la naturaleza lo preparó. Para los humanos, las frutas son atrayentes a la vista, agradables al olfato, y su sabor natural en crudo, en su punto de madurez, es insuperable.
Ahora intentemos hacer lo mismo otra vez, esta vez imaginando una espiga de trigo, o una vaca, una gallina, un cerdo, una oveja, un pez o un molusco en su estad natural. A alguien se le hace agua la boca?
Cuando imaginamos el acto de obtener alimentos de la naturaleza, lo que nos viene a la mente inmediatamente es el movimiento de recoger fruta de un árbol, incluidos a los que cuestionan vehementemente la naturaleza frugívora del animal humano. Esto no significa que nuestro único y exclusivo alimento en las circunstancias actuales sea la fruta, pero sí significa que, en la naturaleza, las frutas serían la mayoría abrumadora de nuestras elecciones alimenticias.
Para desarrollar la relación más saludable, sana y sensata con la comida, y para adoptar costumbres alimenticias que podamos mantener el resto de nuestra vida, incluyamos cuanta más fruta (madura, de temporada y ecológica) posible en nuestra alimentación, permitiendo que sea nuestro alimento predominante.
Imaginemos por un momento que estemos a punto de comer alguna deliciosa pieza de fruta,—tal vez un racimo de uva, un durazno, una rodaja de melón, un plátano, una manzana, una ciruela, una naranja, un mango, un higo, una mora,…una fresa, lo que más nos guste. Imaginemos sostener la fruta en la mano, mirándola y sintiendo su consistencia. La acercamos a la nariz y olemos su dulce e inconfundible fragancia. Nos apetece morderla, pero demoramos un instante más saboreándola en nuestra mente, adelantándonos al placer de su sabor. En este momento nuestra boca se nos está haciendo agua. La fruta no requiere preparación alguna. Es un producto terminado, listo para ser consumido exactamente tal y como la naturaleza lo preparó. Para los humanos, las frutas son atrayentes a la vista, agradables al olfato, y su sabor natural en crudo, en su punto de madurez, es insuperable.
Ahora intentemos hacer lo mismo otra vez, esta vez imaginando una espiga de trigo, o una vaca, una gallina, un cerdo, una oveja, un pez o un molusco en su estad natural. A alguien se le hace agua la boca?
Cuando imaginamos el acto de obtener alimentos de la naturaleza, lo que nos viene a la mente inmediatamente es el movimiento de recoger fruta de un árbol, incluidos a los que cuestionan vehementemente la naturaleza frugívora del animal humano. Esto no significa que nuestro único y exclusivo alimento en las circunstancias actuales sea la fruta, pero sí significa que, en la naturaleza, las frutas serían la mayoría abrumadora de nuestras elecciones alimenticias.
Para desarrollar la relación más saludable, sana y sensata con la comida, y para adoptar costumbres alimenticias que podamos mantener el resto de nuestra vida, incluyamos cuanta más fruta (madura, de temporada y ecológica) posible en nuestra alimentación, permitiendo que sea nuestro alimento predominante.