Sin lugar a dudas el sol es la fuente de vida más importante en nuestro planeta. Desde tiempos remotos le hemos otorgado el rango de divinidad, de figura central en todas las civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad.
La dermis, nuestra piel, es el órgano más grande del cuerpo y el más expuesto a la radiación solar, a pesar de eso protegerla de forma natural de las agresiones externas es más fácil de lo que pensamos. De hecho lo hemos hecho durante toda nuestra historia como especie, hasta hace muy pocos años cuando se introdujeron en el mercado los protectores solares industriales que, debido a los productos químicos que contienen (oxybenzone, benzophenone, amethoxydibenzoylmethane o dibenzoylmethane), nos exponen no solo al riesgo de padecer reacciones alérgicas, sino justo a lo que supuestamente deberían evitar: el cáncer de piel.
Siempre hemos estado expuestos a los rayos del sol, sin tener la posibilidad de aplicar en nuestra piel cremas o ungüentos industriales para protegerla, y es interesante descubrir una relación directa entre el aumento del consumo de protectores solares industriales y el aumento de casos de cáncer de piel. Seguramente este incremento tiene varias causas, ya sabemos que la salud es multifactorial, aun así hay cada vez más estudios que demuestran que al menos la mitad de las marcas comerciales no sirve para prevenir una degradación de nuestra dermis, es más, parecen acelerarla.
Preguntémosnos como se protegían del sol nuestros abuelos. Es muy simple, y lo mejor de todo es que es verdaderamente eficaz, nada nos protege más del sol que estas sencillas costumbres:
- Evitaban la exposición directa al sol durante las horas centrales del día, las de mayor intensidad.
- Buscaban zonas de sombra.
- Si no podían evitar la exposición se protegían con ropa, preferiblemente de color claro y de fibras naturales.
También su alimentación era diferente, y se basaba en alimento natural que le proporcionaba todos los nutrientes necesarios para contrarrestar los daños ocasionados por los rayos solares y para reparar el tejido dérmico.
Por otro lado, aunque haya que respetarlo, el sol es manantial insustituible de salud y de vida. Es nuestra inagotable fuente de luz y calor, responsable de la fotosíntesis en las plantas, indispensable para la formación de vitamina D o calciferol (familiarmente llamada vitamina antirraquítica), favorece la circulación sanguínea y mejora algunas enfermedades de la piel, como la psoriasis o la ictiosis, además de ser uno de los factores que juegan un rol fundamental en nuestra salud anímica.
No hay que evitar el sol por completo! Nuestro miedo a exponernos a sus rayos ha precipitado una “epidemia”de deficiencia de vitamina D que puede llevar al incremento de algunos tipos de cáncer, autismo, asma, enfermedades del corazón y enfermedades mentales, sólo para nombrar unos pocos.
En los meses del año durante los cuales las condiciones climáticas nos invitan a disfrutar de la vida al aire libre, ya sea en la playa, en la montaña o simplemente en los parques de nuestra ciudad o en nuestras terrazas, lo mejor que podamos hacer es aprovechar al máximo estas posibilidades para “cargar las pilas”, tomando, eso si, las precauciones necesarias a la hora de exponer nuestra piel a los maravillosos rayos del astro rey.
Afortunadamente para nosotros, no necesitamos recurrir a productos industriales para protegernos del sol, ya que existen productos totalmente naturales que surten en mismo efecto. Cuidado, ya que ninguno de ellos es suficiente por sí mismo para proteger nuestra piel durante periodos prolongados, así que habrá que aplicárselos frecuentemente: son productos naturales y por consecuencia biodegradables y con el tiempo se terminan absorbiendo por la piel.
Y siempre, siempre hay que recordar que cada piel es diferente, y que el mejor protector solar es el sentido común.
Aceite* de semilla de frambuesa. Las semillas de frambuesa poseen importantes propiedades anti-inflamatorias, contienen niveles elevados de ácidos grasos omega 3 y omega 6, con antioxidantes y vitamina E. El aceite de semilla de frambuesas posee el nivel de protección más elevado de todos los protectores naturales, entre 30 y 50.
Aceite* de Germen de Trigo. El germen de trigo es una de las mejores fuentes naturales de vitamina E y también contiene vitamina K y vitaminas del grupo B, en especial colina (vitamina B7). Cuando se aplica sobre la piel, el aceite de germen de trigo ayuda a humectar los tejidos y actúa como antioxidante para prevenir los daños producido por radicales libres. Posee un nivel de protección de 20.
Manteca de karité. El karité es un potente regenerador celular, la manteca de karité es una grasa extraída de la fruta de su árbol que se utiliza como eficaz hidratante para la piel, también indicada para pieles sensibles. Es hidratante y nutritiva, emoliente y reparadora. Es muy rica en vitaminas A y E, en ácidos grasos esteárico y oleico y tiene propiedades anti-inflamatorias y anti-microbianas. Estudios indican que la manteca de karité estimula naturalmente la producción de colágeno. Un ulterior beneficio es la protección solar, su contenido de ácido cinámico brinda un factor de protección entre 6 y 10.
Aceite* de nuez de macacamia. El aceite de nueces de macadamia es una buena fuente de magnesio, hierro, fósforo, potasio y vitamina E, y contiene también ácido cinámico que proporciona un factor de protección 6.
Aceite* de sésamo. Tiene excelentes propiedades emolientes, antioxidantes y sebo-restauradoras, es rico en ácidos grasos omega 6, vitamina E, antioxidantes naturales y minerales como el hierro, fósforo, magnesio, cobre y zinc. Valorado por su eficacia como filtro solar ante las radiaciones UVB, favorece el bronceado natural hidratando y revitalizando la piel. Proporciona un factor de protección entre 4 y 6.
Aceite* de coco. Los cocos son ricos en ácido láurico, un probado agente antivírico, antibacteriano y antimicótico. Son fuente de ácido fólico, vitaminas del grupo B y minerales como calcio, magnesio y potasio. El aceite de coco bloquea alrededor de un 20% de los rayos solares perjudiciales, proporcionando un factor de protección entre 4 y 6.
Aceite* de semillas de cáñamo. Su composición química se asemeja a los lípidos naturales del cuerpo, es fácilmente absorbido por la piel y es una excelente fuente de queratina, un material estructural clave en la fabricación de la dermis humana. El aceite de semillas de cáñamo asiste en la reparación de las células, ayuda a la cicatrización de la piel dañada y es un excelente emoliente para la piel seca. Tiene propiedades antibacterianas naturales y ayuda a desviar algunos de los rayos UV sin afectar a la tan importante absorción de vitamina D. Proporciona un factor de protección entre 4 y 6.
Aceite* de aguacate. El aguacate es un fruto rico en aceite natural, proteínas y vitaminas A, C, D, E, H, K, PP y vitaminas del grupo B. Es de fácil absorción dérmica, su composición lipídica se asemeja notablemente a la composición del sebo de nuestra piel, por esta razón es muy indicado para el cuidado de pieles secas y para asistir a su regeneración. Estimula la formación de colágeno y esto le confiere propiedades regeneradoras y emolientes, convirtiéndolo en un bálsamo natural. También tiene propiedades anti-inflamatorias y proporciona un factor de protección solar entre 4 y 6.
Aceite* de espino amarillo. Rico en ácidos grasos no saturados como la oleína y el raro ácido palmitoleico, en vitamina E y en provitamina A, el espino amarillo estimula la regeneración de las células, especialmente en casos de irritación por rayos UV. Ofrece hidratación natural y tiene propiedades cicatrizantes y anti-inflamatorias. Proporciona un factor de protección solar entre 4 y 6.
Aceite* de jojoba. La jojoba es una planta de zonas desérticas usada como alimento, cuidado de la piel y rituales . El aceite de jojoba es rico en vitamina E (anti-radicales libres), ceramidas que regulan la hidratación y reestructuración del equilibrio graso, ácido linoleico, un excelente regenerador de las células cutáneas. Aumenta la elasticidad y firmeza de la piel, y ralentiza su envejecimiento. Es un efectivo humectante para la piel seca y contiene un ácido mirístico que proporciona una protección solar entre 4 y 6.
Alohe Vera. El alohe vera es una planta conocida y utilizada desde la antigüedad para el tratamiento de varias condiciones de deterioro dérmico. El gel que se encuentra en el interior de sus hojas carnosas es una alternativa natural para la protección solar, aplicándolo directamente en la piel. Este gel bloquea hasta un 20% de los rayos UV, lo que le confiere un factor de protección entre 4 y 6.
Se entiende como aceite* los aceites de primera prensa en frío, ecológicos.
Además, hay varios aceites esenciales que pueden mezclarse con aceites u otros medios para utilizarlos como protectores solares:
- Aceite esencial de semilla de zanahoria.
- Aceite esencial de lavanda.
- Aceite esencial de mirra.
- Aceite esencial de menta.
PROTECTOR SOLAR DE ACEITE DE SESAMO
50ml de aceite de sésamo
25gr de aceite de coco
2 cucharaditas de aceite de germen de trigo
Poner el aceite de coco en una cacerola pequeña y calentar a baño maría hasta que el aceite de coco se haya fundido. Retirar del fuego y mezclar con el aceite de germen de trigo y el aceite de sésamo. Verter en un tarro y agitar bien antes de usar. El aceite de coco se solidifica por debajo de los 24º, lo que no suele ser un problema durante los meses en los que más necesitemos su protección de los rayos solares.
ACEITE BRONCEADOR INTENSIVO DE COCO
Sólo son recomendables para las pieles más resistentes y acostumbradas al sol.
6 cucharadas de aceite de coco
6 cucharadas de manteca de cacao
12 gotas de aceite de lavanda
Fundir la manteca de cacao al baño maría. Retirar del fuego, agregar los aceites removiendo hasta que se enfríe la mezcla.
ACEITE BRONCEADOR INTENSIVO DE ZANAHORIA
El óleo macerado de la raíz de Daucus Carota contiene una cantidad importante en beta-carotenos, pigmentos orgánicos con importantes propiedades antioxidantes que protegen las células de los efectos dañinos de los radicales libres, tales como los creados por los rayos UV del sol. Se emplea como potenciador del bronceado, ya que favorece la formación de melanina. Asiste en la regeneración de la piel por ser rico en vitamina A y E. Suele mezclarse con otros aceites.
Atención: excesivas aplicaciones pueden provocar manchas en la ropa o en la piel.
29 Septiembre 2013
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